EN LA OPINIÓN DE....




Sunitas y Chiitas
Por Rodrigo Alemany

Nada justifica la injusta muerte de Sadam Hussein. Que los Chiitas y los Sunitas hagan las paces y el ejército intevencionista de los Estados Unidos se retire como lo prometió su presidente Barak Obama. ¿Recordando a las Panteras Negras o al antiguo comandante de las FF.AA Powell y a la adusta Condolezza Rice? La herencia de Bush es nefasta. ¿La continuará el Presidente Demócrata? ¿Negro débil y blanco fuerte?. Lo cierto es que los que caminan, trabajan y estudian todos los días en el país americano a veces se preguntan: ¿Cuándo existirá una tercera opción política en EE.UU, como partido o alianza, o Frente Amplio y que tenga representación en el Parlamento de Washington D.C?


Ur…

Adiós a Carlos Montemayor...



Para Carlos Montemayor, el músico que se metió a hombre de letras y terminó como luchador social…


Por Miguel Mouriño

Cuando mueren hombres así, se marchitan algunos pétalos de la flor de la esperanza..

En 2008 comimos en el jardín del Museo León Trotsky, en Coyoacán. Estuvieron presentes Javier Wimer, Carlos Payán, Víctor Flores Olea, Antonio González de León, Esteban Volkov, nieto de León Trotsky, Verónica Volkov hija de Esteban y Carlos Montemayor, todos ellos miembros del Consejo Directivo del Instituto del Derecho de Asilo Museo Casa de León Trotsky, A.C., también estábamos Carlos Ramírez Sandoval, director del museo, Alejandro Encinas, presidente de la Fundlocal, acompañado de su esposa, Aaron Mastache, amigo y colaborador de Alejandro y yo, que funjo como coordinador de Difusión Cultural en el museo..
Comenzó la charla mucho antes de la comida. Las bromas de Javier Wimer nos hacían reír a todo pulmón y mientras bebíamos un refrescante blanc-cassis, llegó como siempre, a bordo de un taxi, Carlos Montemayor. Su llegada animó aún más la reunión. Con su rostro siempre adusto, los ojos saltones y penetrantes detrás de las gafas, se dispuso a competir en el terreno de las bromas con Javier Wimer y luego en tono más serio, respondió a los cuestionamientos de Carlos Payán, acerca del estado que guardaban sus investigaciones y su trabajo en torno a su próximo libro; charlamos sobre lingüística, sobre la guerrilla y los pueblos indios, sobre Ciudad Juárez y sus graves problemas, meditamos sobre la situación del país, concluyendo en que eran necesarias no solo reformas fiscales y políticas, si no una reforma del sistema educativo, pues la educación es la plataforma que sostiene cualquier proyecto de nación. Es una especie de antídoto contra la violencia y el desgarramiento del tejido social.
Luego, se dejó sentir la tarde y al calor del vino tinto y el whisky, Carlos recitó a Dante en napolitano y se despojó del adusto gesto de su rostro y de las gafas, enarcó las cejas, se llenó de aire los pulmones y soltó poco a poco la voz, con la mirada clavada en el horizonte, entonando la Cavalleria Rusticana; se hizo el silencio, los presentes nos reconfortamos profundamente al escucharlo. El músico estaba ahí, en medio de la reunión, al pie de la mesa, cantando con esa voz potente, de tenor, que abarcaba todo, que se sentía con una fuerza y una claridad estremecedoras.
Esa fue la última reunión que compartí con Carlos. Luego solo lo ví esporádicamente en algunos sitios en los que nos tocó coincidir y pude hablar con el por teléfono en diciembre, para saludarlo y pedirle su firma en una carta abierta que se público en La Jornada, el 24 de ese mes, en la que se reconocía el valioso trabajo de Carlos Ramírez Sandoval durante su gestión de nueve años como director del Museo Trotsky y se le rendía un merecido homenaje por sus más de cuarenta años como profesor universitario y promotor de la cultura. Carlos quiso ser el primero en firmarla y así fue. Luego no lo vi más, no volvimos a hablar. José Antonio González de León, durante un desayuno que compartimos los últimos días de enero en Coyoacán, me comentó que le había llamado en varias ocasiones y que Carlos no le tomaba la llamada. Me pareció extraño. Nunca dejó de tomar el teléfono para atender a sus amigos y conocidos. Luego supe que esto mismo le había sucedido a varias personas más. Al llamarle con la intención de indagar que estaba sucediendo, Lucy su secretaria me informó que estaba enfermo, pero no me dijo de qué, ni mucho menos lo grave del estado de su enfermedad.
Nunca imaginé que Carlos Montemayor moriría tan pronto, aunque si no mal recuerdo, alguna vez le oí decir que la muerte no tenía horario y que siempre es un buen momento para morir, sobre todo cuando se muere por algo y para algo.
Yo hoy le diría, si aún pudiera escucharme, que siempre que se vive bien, se muere bien. Que siempre que se hacen en la vida las cosas que se tienen que hacer, por que son las que se deben hacer, a pesar del miedo, del riesgo, del tedio, del esfuerzo, de la incomodidad, entonces se vive bien y para bien y se puede entonces morir, sabiendo que el mundo que se deja, es un lugar mejor, gracias a que uno hizo un verdadero esfuerzo y luchó por transformarlo.
Carlos Montemayor, se caracterizó por vivir cada minuto de su existencia, con una entrañable valentía y una lúcida inteligencia que le permitieron contribuir de forma invaluable, en el proceso de transformación social y política que vive no solo México, si no toda América Latina, hacia una sociedad más justa e incluyente, en la que se respeten los derechos humanos y se reconozca en la diversidad cultural, un valor indispensable en el camino hacia estos objetivos.
Finalmente, Carlos se tuvo que ir, dejó tras de sí una obra elocuente de lo que fue su tránsito por esta vida y dejó también el eco sonoro de su voz de tenor, que quedará como una huella indeleble de su espíritu fuerte, de su carácter de luchador valiente, que lo llevó de meterse de músico a hombre de letras y a terminar como un gran luchador social.
Maestro después de todo y antes que nada, Carlos nos ha dejado una gran tarea; continuar con su ejemplo de lucha y de valor, para abonar la tierra sobre la que florece toda la esperanza.

Dos poemas...


TE ARROJO


Hondura de piel,
Bagaje de cariño
Bajo la faz de tus manos
Tiembla pertinaz
La comisura del húmedo labio tangencial
Como estertor fenecido en la penumbra.
Bálsamo rojizo
Inunda el cutis de sangre
Que arde sin límites
Bajo el perpetuo acoso de mis exultantes dedos.
Frutal designio, onda pura,
Sacramental es tu lívido deseo,
Tristes labios,
Tangenciales en la oscuridad te nombran.
Pechos cual radas anuncian la tormenta,
El portento de brumas e islas de tu desnuda piel.
Tu piel como símbolos,
Infinitos pilares donde tropieza la aurora,
La íntima faz de tu espesura, tu mineral fragancia húmeda,
Exacta de tu sexo,
Lascivo, incierto,
Pontificio del deseo en que maduro
Lejos de tu cuerpo.
Balsámico, triste,
Te arrojo la culpa irredimible cual vicios redimidos,
Te arrojo al surco del amor inacabable
En que nunca caerás.


TU PALABRA ES


Arrítmico vitral, fatídico imperio,
Delirante consumes la heráldica voz frutal del orgasmo
En que la muerte nos redime
En su nomenclatura de ausencias.
Alforja nocturnal arroja el péndulo,
La fecunda hora final
Entre las alas de la libélula despedazada.
Sepulta lo impuro,
El incendiario delirio de que estoy constituido,
La parábola de luz que humedece mis entrañas.
Proscrito de tus besos
En tus virginales murmuraciones
Contraigo el léxico de mi deseo infortuno,
De los besos llagados en la sed y el fuego.
Tu palabra es pólvora,
Ciénega, impoluta travesía,
Donde el páramo se tiñe con el signo del salitre,
Tus signo.