Imperturbable a través de siglos, la costa catalana de Sitges roba memorial incierto a las cenizas de besos y pasiones desbordadas en los carnavales. Refleja la tranquila dignidad de un pueblo de artistas, comerciantes y marinos que subyacen en la pétrea memoria de sus palacetes y puertos minerales que, orgullosos, observan desafiantes al macizo kárstico de montañas bajas y luz embriagadora, bajo los efluvios de vinos y cavas a ultranza nacionales, forjado con sangre, poemas e idioma purificado con el fuego y la esperanza de vivir libres entre tantas naciones.
Sitges (silos: cavidades excavadas en el suelo para conservar productos agrícolas) ya se menciona en textos del año 990, sus restos que fueron descubiertos en los antiguos asentamientos poblados por ibéricos y romanos. Durante la primera mitad del siglo XI, se mencionan los castillos de Sitges: Miralpeix y Campdàsens, y en el siglo XII, el monasterio de Garraf.
La riqueza cultural de Sitges se afinca día a día en la larga tradición artística del pueblo. Teatros, bandas de música, corales, etc., que finalmente cautivaría a poetas y pintores como el catalán Santiago Rusiñol, quien eligió Sitges como su residencia permanente.
A veces inescrutables, lejanos e incomprensibles en su proceder. En sus rostros la telúrica presencia emana de las profundas cavidades del alma catalana, con la firme decisión de seguir adelante contra todo y contra todos, haciendo eco a la popular frase carnavalesca “Todo es posible por carnaval”.
Como otros pueblos que nacieron en los alrededores de Barcelona –Sant Boi de Llobregat, Sant Pere de Ribes, Hospitalet, Esplugues, entre otros-, el oculto rostro de esta ciudad desliza el suave murmullo de la mar insomne en las frágiles líneas costeras de Cataluña. Con el carnaval, emerge agreste y festiva el incendio de la sangre, se mezcla portentosa en el alma laboriosa de un pueblo aferrado a sus costumbres y que defiende irreductiblemente la libertad individual en todas sus formas: sexual (Sitges es famosa por su comunidad gay), intelectual, personal y colectiva, aferrados a su idioma suave y cadencioso.
Republicana en muchas de sus formas y tradiciones, la cultura de Sitges, como la catalana, continúa siendo hasta el día de hoy de vital importancia dentro de la geografía cultural española.
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