Murió Enriqueta Ochoa...


Desmoronada en el misterio
Enriqueta Ochoa

Para José Revueltas

Yo te invito esta tarde
en que la luz gotea sobre las hojas de los párpados
a que saquemos a flote los maderos hundidos.

No fue fácil el tiempo ni lo será la muerte.
Pregúntaselo a esta tarde nerviosa
que revuelve en mi mesa las palabras.
A veces pienso que esta orfandad tuya y mía
la liquidamos ya en su justo precio.

¿Y el porvenir?
Quién sabe: una muda de piel
y hay estrellas que se levantan temprano todavía
a pesar del naufragio, y salen húmedas, frescas
sacudiéndose la melena de luz como de una agua nueva,
desde el fondo de la caldera iracunda de sol.

Es el dolor que nos perpetúa
y agrio sabor del mundo que nos sazona.

Nieva sobre las horas últimas
y todo es un milagro,
y amorosa es la urgencia de seguir siendo hombre,
de rescatar lo hundido,
de equilibrar los juicios, los valores,
y hasta la muerte misma, antes de irnos.

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