Ágora: Espacio Abierto...



Adrián llega a mi oficina, flaco como siempre, aunque esta vez un poco más. Con su mirada encendida y esa permanente sonrisa que danza entre el nerviosismo característico del personaje y su carácter siempre risueño y alegre; franco como es y en honor a su apellido, me narra los sucesos de los últimos dos meses que casi teníamos de no vernos. Esta contento por que siente que su beca está cerca -así podría publicar sin tantas carencias nuestra revista, sin pasar tragos amargos recortando colaboraciones o buscando aquí y allá un precio de imprenta que se ajuste a nuestro ralo presupuesto…- dice nerviosamente, soltando suaves destellos por los ojos, que denotan su gran inteligencia.

Conocí a Adrián Franco, hace unos 17 años, me lo presentó Mauricio Chalons, amigo mutuo y excelente fotógrafo. Supe entonces que era escritor y que compartía con Mauricio y otros amigos, el sueño de publicar juntos una antología.

Me invitaron a su sueño; no pude abordarlo, pues atravesaba yo, en esos momentos por una severa crisis de insomnio intelectual y emocional, que me impedía soñar.

Pese a ello, la semilla de nuestra amistad quedó sembrada y con el tiempo germinó.

Adrián siguió adelante, a pesar de que el sueño de la antología naufragó.

Ágora es, uno de los sobrevivientes de ese naufragio.

Sentados frente a frente, cara a cara, Adrián me desglosa sus planes para este viaje relámpago que lo ha traído de Zacatecas a la ciudad de México. Va a la imprenta de un viejo amigo, que le recomendé desde octubre del año pasado, a encargar el tiraje del próximo número de Ágora. En el taller de impresión de don Pedro, le dieron el mejor precio.

Saca de la mochila cuatro paquetes que contienen numerosos ejemplares del número más reciente de la revista – son para su distribución gratuita- dice como no queriendo- te los dejo…- y los suelta deslizando sus manos y sus dedos sobre ellos. Mientras yo los tomo, el sigue deslizándolos suave pero firmemente, como si no quisiera dejarlos ir…

Charlamos unos minutos más, me cuenta con optimismo sobre la beca que pronto espera recibir y sus ojos brillan detrás de los lentes, como si quisieran iluminar sus palabras. Le comento lo importante que me parece el apoyo a los editores independientes, pues es una de las labores más encomiables en nuestra realidad cultural contemporánea. Se lee poco, cada vez menos y cada vez los escritos y los contenidos, de menor calidad. Por ende es escaso lo que se publica, solo refritos, reediciones de clásicos, literatura comercial, revistas, periódicos y por supuesto las novedades editoriales de los viejos autores de siempre; no hay oportunidades para los noveles escritores que comienzan sus andanzas literarias, las becas solo salen para los hijos de los cuates de los funcionarios que las autorizan, solo una que otra, se entrega sin previa recomendación, se premia constantemente a los autores ya reconocidos; adictos declarados a la adulación pública, se les entregan sus dosis de alabanzas y de caravanas, para que sus voraces egos no mueran de hambre y los jóvenes creadores y los ya no tan jóvenes creadores, sseguimos ahí, al margen, luchando y escribiendo, sin dosis de nada, muriendo no de hambre intelectual ni por falta de agasajos, si no de inanición. Las autoridades culturales, tanto de índole federal, como locales, no ven ni oyen nada, no actúan al respecto, solo siguen debatiéndose entre sus diferencias conceptuales e ideológicas, sin darse cuenta de que el antídoto para la grave situación de desgarramiento del tejido social que enfrenta nuestro país y que ha generado violencia, corrupción y muchos otros vicios más, es el desarrollo de la educación y la difusión de la cultura.

Yo espero que a Adrián le entreguen su beca pronto, que Ágora siga adelante haciendo honor al significado de su nombre, “espacio abierto” y que no se convierta en una isla más dentro del inmenso océano de indiferencia, sobre el que hoy, a la deriva, flotamos todos.


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