Ludovico Silva nació en Caracas en 1937, fue filósofo, poeta y profesor universitario, está considerado como uno de los más importantes intelectuales del siglo XX venezolano y uno de los principales pensadores marxistas del país, estudió en Madrid, en París de regreso a Venezuela egresó Summa Cum Laude, de la Escuela de Filosofía de la Universidad Central de Venezuela. En la década de 1960 dirigió y produjo el programa radial La palabra libre. Entre tanto, fue secretario general del Ateneo de Caracas, donde participó en la fundación de la revista Papeles, fue colaborador del periódico Clarín y de la revista Cal, dirigida por Guillermo Meneses. Junto con Miguel Otero Silva fundó la revista Lamigal. En la década de los 80's mantuvo una columna en el diario El Nacional, titulada "Belvedere".
Desde 1970 se desempeñó como profesor de la Escuela de Filosofía de la Universidad Central de Venezuela, actividad que compartió con la creación poética y la reflexión filosófica. En su obra filosófica sostuvo que las ciencias eran la materia prima de la filosofía, aunque el terreno propio de la misma era la lógica. Asimismo pensaba que la filosofía no debía centrarse en preguntas sobre el ser, sino ocuparse de los entes. De esta manera declaró la inutilidad de toda pretensión por explicar el universo en su totalidad mediante sistemas filosóficos cerrados. Como poeta son igual de agudas sus reflexiones existenciales, pero más cercanas al habla popular que sus textos filosóficos, conviven allí el erotismo, sus convicciones ideológicas y una claridad meridiana en el decir. Murió en Caracas en 1988 dejando en su haber una profusa obra de pensamiento y poesía.
POEMA QUE NO TODOS PUEDEN LEER:
“Tú, cuando te desnudas, te pareces a un pino /
por la esbeltez exacta y el aroma divino. /
Te conviertes entonces en mi propia experiencia, /
te llenas de una hermosa, antigua y noble ciencia. /
Por tu ombligo pasean mis manos desmayadas /
como dos gritos solos. Blancas manos calladas, /
que hieren la tibieza de tu cuerpo sabroso, /
dulce como praderas, silente y memorioso. /
Estas manos te hurgan, te descubren delicias /
semejantes al mar. Breves, fijas caricias /
con las que quiero hollarte, como si tierra fueras /
por la que pasa un río sediento de praderas. /
Y por tu pecho andan dos tetas excelentes /
en las que yo amamanto todo lo que tú sientes. /
Altos y soberanos, tus pechos son mi vida /
que es alta y soberana tierra herida. /
Hieren tus piernas suaves y locas extremadas; /
después son dulces aves que, junto a mí, cansadas, /
duermen ese momento feliz, después del coito, /
cuando ha finalizado la noche del introito. /
Las noches son sagradas. Pero también el día. /
Hay ángeles, demonios, culos del mediodía. /
te veo, en fin, desnuda, como una gran memoria /
que no tiene pasado, ni presente, ni historia /
y es el perfecto instante /
en que todo lo amado se convierte en amante”.
Desde 1970 se desempeñó como profesor de la Escuela de Filosofía de la Universidad Central de Venezuela, actividad que compartió con la creación poética y la reflexión filosófica. En su obra filosófica sostuvo que las ciencias eran la materia prima de la filosofía, aunque el terreno propio de la misma era la lógica. Asimismo pensaba que la filosofía no debía centrarse en preguntas sobre el ser, sino ocuparse de los entes. De esta manera declaró la inutilidad de toda pretensión por explicar el universo en su totalidad mediante sistemas filosóficos cerrados. Como poeta son igual de agudas sus reflexiones existenciales, pero más cercanas al habla popular que sus textos filosóficos, conviven allí el erotismo, sus convicciones ideológicas y una claridad meridiana en el decir. Murió en Caracas en 1988 dejando en su haber una profusa obra de pensamiento y poesía.
POEMA QUE NO TODOS PUEDEN LEER:
“Tú, cuando te desnudas, te pareces a un pino /
por la esbeltez exacta y el aroma divino. /
Te conviertes entonces en mi propia experiencia, /
te llenas de una hermosa, antigua y noble ciencia. /
Por tu ombligo pasean mis manos desmayadas /
como dos gritos solos. Blancas manos calladas, /
que hieren la tibieza de tu cuerpo sabroso, /
dulce como praderas, silente y memorioso. /
Estas manos te hurgan, te descubren delicias /
semejantes al mar. Breves, fijas caricias /
con las que quiero hollarte, como si tierra fueras /
por la que pasa un río sediento de praderas. /
Y por tu pecho andan dos tetas excelentes /
en las que yo amamanto todo lo que tú sientes. /
Altos y soberanos, tus pechos son mi vida /
que es alta y soberana tierra herida. /
Hieren tus piernas suaves y locas extremadas; /
después son dulces aves que, junto a mí, cansadas, /
duermen ese momento feliz, después del coito, /
cuando ha finalizado la noche del introito. /
Las noches son sagradas. Pero también el día. /
Hay ángeles, demonios, culos del mediodía. /
te veo, en fin, desnuda, como una gran memoria /
que no tiene pasado, ni presente, ni historia /
y es el perfecto instante /
en que todo lo amado se convierte en amante”.
POEMA QUE TODOS PUEDEN LEER
Ellos creen que he muerto. Nunca se han desvivido.
Para tener recuerdos hay que saber de olvido.
Ignoran cuanto dicen, no saben lo que quiero.
El día que yo pacte conmigo mismo, muero.
Veo ríos que van hacia su mar, tranquilos;
veo arañas que urden, en soledad, sus hilos.
Veo paisajes crueles. Mares que se levantan
y enormes animales que todo lo quebrantan;
tumbas que se estremecen y expulsan siglos, dioses
que modulan, cantando, viejas y extrañas voces.
Voces del tiempo de la vida y de la muerte!
Qué tristeza, Dios mío, que yo no pueda verte!
He preferido el canto de los mares divinos
donde vivientes hablan misterios eleusinos.
El mar, donde los muertos flotan. Allí florecen
todos los sembradíos que en la tierra perecen.
Yo no he muerto, yo vivo -y esa es mi diferencia-
de estructura y verdades, y nunca de apariencias.
Si alguien dice que he muerto, que se muera leyendo
estas cosas extrañas que estoy escribiendo.
El sexo de los ángeles
Mis ángeles son ángeles con sexo.
Yo, nada teológico, pero erecto y divino
veo una mujer ángel en mis sueños.
Tiene espíritu y carne
y tiembla cuando la toco,
vuela en torno mío
como una mariposa de cristal
y se detiene en lo alto de mi torre
de mármol.
Como invitándome a escalarla.
Mi angelesa me cuenta, por las noches,
después de la tormenta del amor,
cosas acerca de la soledad de dios.
Dios está helado
en su propia memoria,
recordando a Lucifer
el ángel de la luz que lo alumbraba
cuando estaba prisionero
del tedio de la eternidad.
Mi angelesa me sigue a todas partes.
Como una mujer fiel.
Yo amo su sexo puro y hermoso
como el tiempo.
Ellos creen que he muerto. Nunca se han desvivido.
Para tener recuerdos hay que saber de olvido.
Ignoran cuanto dicen, no saben lo que quiero.
El día que yo pacte conmigo mismo, muero.
Veo ríos que van hacia su mar, tranquilos;
veo arañas que urden, en soledad, sus hilos.
Veo paisajes crueles. Mares que se levantan
y enormes animales que todo lo quebrantan;
tumbas que se estremecen y expulsan siglos, dioses
que modulan, cantando, viejas y extrañas voces.
Voces del tiempo de la vida y de la muerte!
Qué tristeza, Dios mío, que yo no pueda verte!
He preferido el canto de los mares divinos
donde vivientes hablan misterios eleusinos.
El mar, donde los muertos flotan. Allí florecen
todos los sembradíos que en la tierra perecen.
Yo no he muerto, yo vivo -y esa es mi diferencia-
de estructura y verdades, y nunca de apariencias.
Si alguien dice que he muerto, que se muera leyendo
estas cosas extrañas que estoy escribiendo.
El sexo de los ángeles
Mis ángeles son ángeles con sexo.
Yo, nada teológico, pero erecto y divino
veo una mujer ángel en mis sueños.
Tiene espíritu y carne
y tiembla cuando la toco,
vuela en torno mío
como una mariposa de cristal
y se detiene en lo alto de mi torre
de mármol.
Como invitándome a escalarla.
Mi angelesa me cuenta, por las noches,
después de la tormenta del amor,
cosas acerca de la soledad de dios.
Dios está helado
en su propia memoria,
recordando a Lucifer
el ángel de la luz que lo alumbraba
cuando estaba prisionero
del tedio de la eternidad.
Mi angelesa me sigue a todas partes.
Como una mujer fiel.
Yo amo su sexo puro y hermoso
como el tiempo.
FELIZ AÑO
Feliz año, queridos amigos del futuro,
feliz año a los hombres que desbordan el puro
gozo de estar conscientes en esta hora del año
cuando se va la vida con un pie en el peldaño
de la esperanza enhiesta sobre el suelo del mundo
donde los hombres quieren un dolor más profundo,
el dolor de estar vivos, y contemplar el río,
que avanza delicado, sereno, limpio y frío,
vida-río que avanza con sus túmulos frescos;
la vida complicada como esos arabescos
con que la muerte pone su señal de belleza,
su señal de alegría, su señal de tristeza,
su señal de esperanza en la tierra dorada
donde todos los hombres luchan contra el viento y la nada,
sabedores del canto que entonará el futuro
cuando el presente amargo, tenaz, constante y duro
caiga sobre los ojos verdes de la esperanza,
trapo rojo que agita cada cual con su lanza
esmeralda en la frente de una mujer hermosa
ebria de vino antiguo bebido con la rosa
del año que se muere con nuestras ilusiones
para renacer vivo, sangrante como un niño
sobre la faz del mundo, sobre el cálido armiño
de unos brazos que sufren y que gozan cantando
todas las cosas buenas que el tiempo va dejando.
Feliz año, queridos amigos del futuro,
feliz año a los hombres que desbordan el puro
gozo de estar conscientes en esta hora del año
cuando se va la vida con un pie en el peldaño
de la esperanza enhiesta sobre el suelo del mundo
donde los hombres quieren un dolor más profundo,
el dolor de estar vivos, y contemplar el río,
que avanza delicado, sereno, limpio y frío,
vida-río que avanza con sus túmulos frescos;
la vida complicada como esos arabescos
con que la muerte pone su señal de belleza,
su señal de alegría, su señal de tristeza,
su señal de esperanza en la tierra dorada
donde todos los hombres luchan contra el viento y la nada,
sabedores del canto que entonará el futuro
cuando el presente amargo, tenaz, constante y duro
caiga sobre los ojos verdes de la esperanza,
trapo rojo que agita cada cual con su lanza
esmeralda en la frente de una mujer hermosa
ebria de vino antiguo bebido con la rosa
del año que se muere con nuestras ilusiones
para renacer vivo, sangrante como un niño
sobre la faz del mundo, sobre el cálido armiño
de unos brazos que sufren y que gozan cantando
todas las cosas buenas que el tiempo va dejando.
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