No compro la idea de que hay resultados notables en la lucha contra el crimen organizado o guerra o como quiera llamársele, a partir de la lógica de que han crecido los decomisos y las detenciones.

Obviamente que han crecido, pero por que el narco ha aumentado sus operaciones al paso de los años; porque ha coludido cada vez más gente, funcionarios y jueces, policías y ciudadanos de cualquier profesión o sin ella a través de las distintas expresiones del crimen organizado, permeadas las unas por las otras, en esa obvia simbiosis, que las hace tan eficientes. Este desarrollo de las organizaciones delictivas, se da en medio de un innegable proceso de descomposición social que desde hace años afecta a nuestro país. El uso y práctica de la corrupción en México la han convertido en una costumbre centenariamente arraigada que se ha vuelto una ley no escrita, pero ley al fin y al cabo. La frase popular aquella de que quien no transa no avanza, se ha convertido en un lema para millones de mexicanos. Los principios sociales, éticos y morales, se han diluido de tal manera, que ya no rigen conciencia alguna. Esto se ha agudizado por la permanente crisis económica que vivimos, caracterizada por la complacencia de los gobernantes ante los constantes abusos de quienes a través de la especulación se han beneficiado de ella. ¿Como? Pues repartiendo rebanadas de ese codiciado pastel cocinado con dinero y poder, entre las autoridades y algunos ciudadanos.

Por ello creo que el aumento de las acciones contra el crimen organizado y la corrupción es más el resultante de una reacción reductiva a la acción expansiva de este. Es decir que al crecer las actividades delictivas, por obviedad tienden a aumentar las acciones legales para reprimirlas. "Toda acción provoca una reacción, en sentido inversamente proporcional" dice una ley de la física.

Hay sin duda, voluntades individuales de hombres y mujeres, decentes y honestos que desde a la función pública y la vida particular luchan con empeño contra esta lacra que representa la criminalidad y a ellos y ellas los respeto profundamente pues comparto sus convicciones y cuentan con toda mi solidaridad.

Existe también, un maravilloso discurso gubernamental en favor de la lucha contra la delincuencia.

Lo que no existe son una serie de programas educativos, desde los más tempranos niveles de formación escolar hasta los mayores, mediante los cuales se retomen la enseñanza de valores tales como el respeto al prójimo, la igualdad, la corresponsabilidad con la sociedad, el respeto a las leyes a partir de su comprensión por supuesto, el respeto hacia nuestros cuerpos, nuestra salud y a nuestra condición humana, el respeto a la dignidad.

Lo que no existe es una cultura de honestidad, que nos impulse a actuar de manera responsable para con nuestros semejantes, sin mentiras, sin chantajes morales, sin perversiones de ningún tipo.

Lo que no existe es la voluntad oficial de resolver el problema del crimen organizado, sencillamente por que el costo político de una resolución de tal envergadura es tan alto, que no existe gobierno ni gobernante alguno que pueda soportarlo.

Caerían casi todos los mandos de las corporaciones policíacas, muchos funcionarios de todos niveles, jueces, magistrados, altos mandos militares y por supuesto, la escasa credibilidad que aún queda en las autoridades.

Y luego que…
¿A volver a empezar?

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