“Toda aventura humana por singular que parezca,
implica a toda la humanidad”

Jean Paul Sartre

















Taxistas de Sarajevo: el anonimato del heroísmo.


Bajric Meho ha trabajado toda su vida como taxista, ama profundamente su oficio pero por sobre todas las cosas, su familia y su ciudad. Formó parte de las milicias integradas por taxistas durante el asedio de la ciudad al mando de Vahid Zajko –director hasta el día de hoy de Zuti-Taxi la primera compañía privada de taxis en la antigua Yugoslavia-.

El profundo amor por su cultura se percibe en su franca sonrisa, en su pasional entrega al diálogo con el otro, con el desconocido que busca en su íntima esencia, rastros de su propia humanidad.


En mi corazón, Sarajevo es frágil, brumosa danza en el abandono de la muerte, en cuya vena contemplo sufrimiento de cristales. Mengua en ella la espuma del río Miljacka en destellos de furia que resiste demonios alados, el escondrijo de sangre y miedo en sus trincheras, su espíritu indomable que es fugaz vela dormitando en el flujo de tormentas, mezquitas, iglesias ortodoxas, católicas y sinagogas desafiando la insensatez y el olvido de que todos forman parte indivisible de su existir.

Sarajevo, onda pura penetrando en la huella de imperios consumidos en míseras llamas dolorosas, tangencialmente humanas. En donde todo dolor, toda risa sigue el ritmo ignoto de sus días. Soplo de átomos. Intuyo la perpetua entrega, el origen del dolor en medio de la niebla ¿eres acaso fortuna en la memoria que consuela?

Escucho el relato de la vida de Bajric, hay un dejo de rabia contenida en las palabras de quienes se quedaron a luchar por su ciudad por los que lograron marcharse y no conocieron el sitio de la ciudad mártir. Un abismo de sentimientos los separan, la seguridad de los que se fueron no les da derecho en cierta forma, de reclamar esta patria forjada a hierro y sangre.



-La mayor tragedia de la guerra radica en las pérdidas social y humana, nosotros, ellos, los extraños desconocedores de nuestros valores ancestrales. Los exilios internos y externos siguen afectando las relaciones sociales en nuestra ciudad- me comenta Bajric con una sonrisa triste, franca. -Reconozco que durante el conflicto la mayoría de mis compañeros se portaron a la altura de las circunstancias, cuando había heridos los llevábamos al hospital sin cobrar nada, llevábamos también medicinas, comida, ropa, dulces tanto a los ciudadanos de los alrededores como a los combatientes en todos los frentes de batalla. Pagamos duramente el precio, muchos compañeros murieron realizando estos servicios a la comunidad.

Para Bajric sin embargo, -hay valores que unen como la música y la comida tradicionales que no importando quien seas, hace por momentos olvidar quién eres, quién es el otro- y me pregunta si me interesa comer con él en uno de los más tradicionales restaurantes de la zona alta de la ciudad, me promete que será una experiencia inolvidable y que me permitirá ver de primera mano lo que representa para los sarajevitas el convivir de nuevo con los hace poco tiempo atrás, eran enemigos.

En efecto, la vista de la ciudad desde este punto es maravillosa, se puede ver las chimeneas de la cervecería Sarajevsko Pivo, el stari grad –casco antiguo- y el conjunto de colinas que rodean completamente su periferia. Le pregunto por su familia, lo se, algo delicado de preguntar pero siempre he considerado que lo más importante en esta profesión es dar voz a quienes por lo general nadie toma en cuenta y se pierden en el anonimato informativo.

-Perdí a mi mujer durante la guerra –su voz se entrecorta por la emoción, le pregunto si quiere que hablemos de otra cosa, con un gesto me indica que desea continuar su historia, historia que pudiera ser de cualquier vecino o amigo -ahora solo me quedan mis dos hijas que están estudiando en la universidad, quiero que tengan un mejor futuro que el de su madre y mío, no me importa trabajar muchas horas -14 horas diarias- porque tengo la ventaja de este es mi taxi.
Al final de la tarde dejo muy a mi pesar a Bajric. Me confiesa que muchos taxistas sarajevitas cuando ven a un extranjero, sobre todo si tiene cara de yanqui o europeo trata de cobrarle un poco más, no está de acuerdo con esa actitud pues -desde su punto de vista- denigra su profesión y habla mal de los ciudadanos de la ciudad, entre risas le comento que en todo el mundo, sobre todo en los países más pobres los taxistas suelen cobrarle más a los turistas, aunque también hay que decirlo, no todos obran así y por mi parte como soy mexicano y mi país no ha invadido a nadie y en todos los países en los que he vivido y viajado a la gente le gusta la música ranchera o sabe que nos gusta la comida bien picante. Bajric sonríe y para mi asombro comienza a silbar

-México lindo y querido...- lo cual me conmovió mucho.


Sorpresas te da la vida dice la canción y esta es una de las más hermosas que he recibido en mi vida. Me despido de este anónimo ciudadano sarajevita con el corazón en la mano, me promete que la próxima vez que viaje a Sarajevo, si le llamo, será para él un honor poderme recibir en su casa, le digo que el honor será para mí y que cantaremos juntos “México lindo y querido” a la salud de su hermosa ciudad y al calor de una copa de rakia.

Anónimamente se pierde a la distancia entre las calles de su ciudad, pero nunca se perderá al igual que cada rincón de la misma en los confines de mi humana memoria que solo desaparecerá cuando yo muera.

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